Tuvimos el honor de presentar este trabajo audiovisual que las compañeras del Núcleo de Creación e Investigación Escénica (NICE) realizaron como continuidad de su investigación que se publicó en 2020 como libro bajo el nombre de Evidencias. Las otras dramaturgias. El documental está disponible en su canal de Youtube.
¿Cuántas mujeres chilenas conocen que hayan escrito textos dramáticos durante el siglo pasado? Parece ser una pregunta sencilla. De hecho, es la gran pregunta que ha movilizado el trabajo de Lorena Saavedra González, Patricia Artés Ibáñez y Maritza Farías Cerpa de NICE. Y es, también, la que da inicio al documental Evidencias. Las otras dramaturgias, dirigido por ellas y por Macarena Rodríguez Rosas.
Este documental es resultado de un proceso de investigación que realizaron las compañeras a partir del año 2019 y hasta 2021, titulado “Recuperación histórica y patrimonial de la dramaturgia de mujeres chilenas del siglo XX”. Como su nombre lo indica, éste buscaba reconocer las autorías dramáticas de mujeres del siglo pasado, que, supuestamente, eran muy pocas.
Como ya han contado Lorena, Maritza y Patricia en otras oportunidades, al inicio de este proceso ellas tenían conocimiento de la existencia de 12 dramaturgas (a lo largo del siglo XX), cifra que, gracias a la investigación, se extendió a 42 autoras y a un total de 119 títulos, de los cuales 104 pudieron ser localizados y leídos. Claramente, pudieron constatar de manera empírica el desconocimiento sobre los nombres de las dramaturgas y sus obras, tanto en la historia del teatro chileno como en el campo teatral y cultural en general. Toda esta investigación, que además implicó la elaboración de textos críticos sobre las escrituras teatrales indagadas, se concretó en el libro publicado en 2020 por Ediciones Oxímoron y también titulado Evidencias. Las otras dramaturgias. Éste antologó 12 obras de distintas autoras del siglo explorado. Obras que, antes de esta publicación, eran de muy difícil acceso o bien no habían sido editadas. Obras que antes no habríamos podido leer.
Ésta es la raíz de donde surge el presente documental, cuyo sustrato es la vocación por visibilizar a las dramaturgas del siglo XX. Y, tal como les comentamos al inicio de estas palabras, instaló una pregunta fundamental, que deja atónitas incluso a las personas más conocedoras o cercanas a las artes escénicas: ¿somos capaces de reconocer a alguna de estas mujeres que escribieron dramaturgia? ¿Conocemos sus nombres, sus obras, sus caras?
Esta pregunta, además, desencadena muchas más interrogantes, cuyas posibles respuestas las encontramos en nuestra propia sociedad y en los roles que, históricamente, nos han asignado como mujeres. Situación que llevó a que pensamientos, voces, y experiencias de autoras quedaran silenciadas u olvidadas en desmedro de aquellos hombres que no sólo dominaron el espacio público, sino también la historia y lo que merecía, según sus cánones, ser recordado y alabado.
Tal como han señalado las mismas integrantes de NICE luego de encontrar esta gran cantidad de dramaturgas y obras, se vieron en la necesidad vital de otorgar, dentro de las limitaciones que implica una antología, un espacio en el que fueran las palabras de las autoras las que hablaran sobre las percepciones y sentires respecto al mundo que habitaban. Y, para expandir este espacio, es que nace este documental.
Así, en el trabajo audiovisual, advertimos un ejercicio que sitúa la voz de las mismas dramaturgas conjugando entrevistas inéditas a Ximena Carrera, Mónica Pérez, Lucía de la Maza, Inés Stranger y Coca Duarte, con lecturas dramatizadas de fragmentos de los textos que fueron recopilados en el libro. En ese sentido, uno de los primeros aportes de esta obra es justamente brindarnos la oportunidad de conocer a las autoras y sus trabajos desde ellas mismas, desde sus voces y sus escritos, siendo sus creaciones tan protagonistas como ellas.
Y, complementando todo esto, la pieza audiovisual nos devela cómo algunas autoras comenzaron en la escritura dramática, permitiéndonos conocer sus primeros pasos y ser testigos de algunos momentos claves en los que ellas reflexionan sobre su relación con la escritura. Y esto, además de lo anecdótico, es algo muy valioso, pues constituye un conjunto de testimonios sobre la labor de las dramaturgas en un momento histórico determinado, cómo se insertan en un campo y cómo esas experiencias dialogan con un acontecer social, político y cultural. Todo ello aporta nueva información sobre el teatro chileno de los años noventa y de parte de los ochenta: el quehacer artístico, cómo trabajaron ellas en ese momento, cómo jugaron o no con las estéticas o metodologías de ese tiempo, qué se hacía en la escena en esos años. Tenemos aquí una revisión del pasado que nos permite, a la vez, reflexionar sobre nuestro presente y pensar en qué podemos hacer para avanzar hacia un futuro mejor.
Además de todos estos aportes, no podemos dejar de lado ciertas reflexiones que hicimos como equipo luego de su visionado, ya que nos parecen planteamientos que se insertan en las discusiones actuales que ha pavimentado el feminismo. Una de ellas es la idea de la existencia de una escritura femenina en la literatura y, por extensión, en el teatro, inquietud que es esbozada por la dramaturga Lucía de la Maza en el documental. Esto, nos parece, toca una cuestión de larga data: la consideración del trabajo escritural de las mujeres como algo “menor”, el pensar que hay temas exclusivamente femeninos y que, por extensión, ellas no podrían tocar otros. Como todas las etiquetas, esta denominación busca limitar estas autorías dentro de un espacio que a la sociedad le parezca seguro, relegando a las mujeres solamente a lo doméstico, a los detalles, a la intimidad, en contraposición con la mirada masculina que se suscribiría a lo universal, a los grandes temas, a lo épico. De esta forma, se naturaliza lo femenino, y dado que estamos en una sociedad patriarcal que disminuye a la otra, eso femenino sería “poca cosa”.
Más allá de determinar si existe una estética o mirada femenina, lo importante es la presencia de quién escribe y el lugar de esa persona en un espacio creativo, productivo, cultural, social y, fundamentalmente, político. Creemos que esta discusión sigue abierta, pero, al menos a nosotras, lo que nos interesa de todo esto es que se trata de ellas dentro de un entramado, o fuera de él, y queremos saber qué es lo que están diciendo y cómo lo están haciendo; y, por supuesto, conocer sus puntos de vista que podrán, o no, desplazar construcciones sobre las identidades, interpelarlas, referirlas y relativizarlas.
Nos interesa, además, resaltar la dimensión política del documental. Dimensión que, creemos, ya queda declarada en su título. Reconocer que sí, habían, y que eran muchas más de las listadas; reconocer entre sus inquietudes la violencia, las opresiones de las que eran y somos objeto las mujeres y, en este marco, los cuerpos feminizados; reconocer las violencias específicas en el ser mujer, pobre, indígena; reconocer el rol de la educación en la emancipación, todo esto conlleva delinear con fuerza una presencia y un espacio que las dramaturgas lucharon por conseguir. Hablar de estas autorías, conversar sobre ellas (tal como lo hacen Patricia, Lorena y Maritza con las entrevistadas), nos permite, asimismo, reconocer el accionar de las autoras en sus contextos y en la historia del teatro. Este documental, de igual manera, es un accionar por recobrar el lugar de estas dramaturgas.
Finalmente, otro de los planteamientos que queremos destacar del documental, y que deja la pregunta abierta para nosotras y nosotros como espectadores, es qué ocurrió con el legado de estas escritoras dramáticas de la primera mitad del siglo XX, por qué el trabajo de Luisa Zanelli, Elvira Santa Cruz, Delia Rojas, Ana Neves, Ana Ayala, Magdalena Petit, Patricia Morgan y otras, no pudo trascender en lo que llamamos la historia oficial, no fue parte de grandes antologías ni de la enseñanza a las nuevas generaciones. Y, si pasó con estas autoras, ¿será posible que esto se repita en el futuro con las actuales dramaturgas? Esperamos y creemos firmemente que no, ya que trabajos como los realizados por NICE, por nosotras mismas y por otras compañeras, nos dan la esperanza de que más adelante las cosas serán distintas. De que, gracias a estos esfuerzos, todas y todos podremos responder con mayor seguridad la pregunta de cuántas dramaturgas chilenas conocemos.